Chapa y pintura
El valor de las palabras
Tenemos las palabras, podemos pensar y por tal motivo podemos opinar. ¡Debemos! Así se asegura en la tan remanida palabra "inclusión", que implica justamente la palabra todos. Tenemos un lenguaje que, a través de sus normas, nos puso en juego la palabra todos, la que justamente incluye a "todos", sin dejar a nadie de lado.
Es que este, nuestro sistema de lengua, convive con esa cualidad que tiene con tan clara sonoridad, significación y grafía, para hablar, escribir, opinar, hacer y Ser-Un Lenguaje Total, que permite con alegría hacer únicas y significativas a las palabras de cada uno. El abandono de las normas nos lleva a producir mensajes de rara comprensión, fríos y, por eso mismo, no contagiosos y separatistas, casi como obligaciones impuestas desde culturas foráneas.
Posiblemente sea esto lo que lleve a muchos jóvenes a dudar, a temer equivocarse y no hablar. Recordemos y leamos a Gaston Bachelard (en "La poética del espacio", por ejemplo, de 1957), en la búsqueda de nuestros propios espacios de ser y decir dentro de una misma comunidad de hablantes escondiendo así la propia voz. Muchas veces tan solo con la mirada podemos contar o comenzar a contar un historia que deseamos de verdad compartir, sin introducción de palabras incomprensibles que no responden a lo aprendido y guardado en la memoria circular de nuestras vidas, abriendo libremente las propias puertas de la imaginación.
Es así como las miradas se visten con palabras, iluminada pintura de las ideas, desde una semántica social que nos permite interactuar con seguridad. No tenemos que perder de vista ese "vestido" exterior que nos intercomunica; reflexionar si, sobre el verdadero sentido de lo que decimos para ser entendidos: con quién, por qué, para qué. La sociedad en general nos absorbe y allí entramos nosotros que hablamos de tantas cosas durante tantas horas del día. Que aumente la luz desde bien arriba para no tener ningún atisbo de oscuridad.
Seguramente nos asaltará un gran paquete de preguntas que no sabremos cómo contestar, con algunas angustias y pocas esperanzas. Pero no desesperemos, estamos invitados a desplazarnos por el mundo de la reflexión sin caer en algún agudo pozo de imprevista "tormenta social" que, como toda tormenta, con nuestro aporte, podemos contener navegando a favor, colaborando y propiciando una sociedad donde el buen uso de la palabra permita abrazar encuentros esclarecedores (desde todos los niveles de la educación).
No es muy fácil pero si posible intentar una clara visión desde nuestro lenguaje normatizado y aprendido. Se lograrán orientaciones positivas enarbolando una clara y querida lectura social para crecer en el hacer. Una sociedad orientada hacia más allá de esa mirada exterior, pura "pintura" vacía de ideas propiciatorias. Una vida sociocultural desde la multitud de universos familiares tantas veces desconocidos.
No, no queremos llegar a transformarnos en los recordados "rinocerontes" de Eugène Ionesco, encogidos de hombros como dejando correr la vida sobre nosotros. Comencemos así defendiendo el propio idioma, la propia lengua, cuyo deterioro afecta la vida comunitaria del cotidiano vivir, uniéndonos a las opiniones vertidas por la Academia Argentina de Letras: "Quien tiene un idioma tiene una cultura y quien tiene una cultura tiene una nación". No desarropemos nuestro corazón expresivo por el desuso y apocopamiento del lenguaje escondido y hambriento de salir a decir cosas que en su buen uso desea para brillar y alumbrar la comunicación cotidiana.