PRÓLOGO: PLANICIE Y CIELO
María del Carmen, mi amiga de siempre, de otros mundos, de otros tiempos, me confió sus poemas mandándomelos de alma a alma, y me llegaron en el momento en que necesitaba de su luz, de sus colores, de su hermandad con el cielo y sus vientos, de su profundidad y de su abrazo continuo con la naturaleza y el aire.
Porque la poesía de María del Carmen es eso. Es el reflejo exacto de su alma,, es la emoción en cada verso de un ser que se pasea por el mundo caminando sin tocar el suelo, como lo hacen los seres alados.
Agradecer, vislumbrar lo que no se ve, percibir la belleza en grado sumo, emocionarse con cada canto, con cada pájaro, en el vibrar de sus vuelos.
Su palabra va siempre por el rumbo de la luz, de la esperanzada certeza del amor, de lo que no claudica, de lo que trasciende y permanece, de la vida misma sin nada que la opaque.
Cuando se leen los poemas de María del Carmen uno termina creyendo que un espacio en el mundo, los espacios que María del Carmen quiere y pretende rescatar y preservar, se salvarán para siempre, de cualquier contaminación e impureza.
No hay ingenuidad en sus palabras. A pesar de su real conciencia de un mundo en crisis, de vidas sin sentido en finales inevitables que crecen, o decrecen en la asfixiante certeza del no-amor , María del Carmen n o claudica y nada opaca su luz que se expande sin pausa en la vida que eligió para siempre a pesar de su certera mirada en lo que sabe que debiera cambiar.
Cómo podría María del Carmen expresar todo el amor que la ilumina y que entrega, sin la herramienta maravillosa de l as palabras?
Entonces agradecer a la poesía que existe circulando en el mundo como un arma necesaria para transformar, para sanar, y que en manos de esta maravillosa poeta se expande para siempre abrazando al mundo con indomable fuerza, volviéndose imprescindible.
María Teresa Cibils